Una seria y decidida reforestación de las zonas sin cubierta arbórea y una densificación de las zonas con insuficiente cobertura, como es el caso de la mayoría de las dehesas, aportaría una serie de beneficios, tanto climáticos como sociales, ecológicos o económicos.
Mencionaremos ahora solo algunos de los beneficios climáticos de las reforestaciones, pues de los climáticos suelen derivar las mayoría de los demás:
1.- Absorción de CO2 (dióxido de carbono) atmosférico. Los árboles hacen lo contrario que los tubos de escape o la quema de leña, contribuyen ¡y de qué manera! a la estabilidad climática.
2.- Disminución de las temperaturas locales y globales, pues al captar CO2, como GEI (Gas de Efecto Invernadero) que es, permite evacuar al espacio parte de la radiación solar que, de lo contrario, quedaría retenida en la atmósfera recalentándola.
3.- Aumento y regulación de las precipitaciones, como bien aparece al principio de este artículo.
4.- Disminución de los fuertes vientos; las ramas de los árboles suponen un freno para las rachas de viento.
5.- Para el conjunto temperatura, lluvia y viento, las arboledas, de cualquier tipo, contribuyen a la dulcificación del clima.
6.- Disminución o eliminación de la erosión, la aridificación, o la desertificación de todo suelo o territorio.
7.- Aumento del agua en pozos, manantiales, arroyos, ríos y pantanos.
8.- Aumento de la necesaria biodiversidad y del necesario equilibrio ecológico.